Creo que voy a ser el último en opinar sobre el tema. Lo hago con ventaja ya que me he leído mil y una opiniones sobre el tema. Y tengo que confesar que me he sentido a medias entre cabreado e indignado.
Hace ya
7 meses junto a otros compañeros participé en la elaboración de un escrito que titulamos
Crisis y salud. En él nos postulábamos a favor de que todos, repito
TODOS, los actores, que tenían algo que decir en este melodrama de la salud y la sanidad, asumieran de forma clara su responsabilidad
Y le pedíamos a la Administración compromiso en muchos temas, a los compañeros, responsabilidad en la gestión de los recursos que la sociedad pone en nuestras manos y …. decíamos en referencia a los usuarios:
Hay que trabajar y reforzar la educación sanitaria para que la población tome conciencia que todo acto sanitario conlleva un coste y que, de un uso correcto de los recursos, se derivarán beneficios para todos, de forma que se pueda mantener la calidad asistencial en los temas prioritarios y siendo conscientes de que no se puede satisfacer una demanda absoluta y creciente.
Actualmente, no nos podemos permitir el "todo y todo gratis". En ciertas prestaciones se podría evaluar una contribución proporcional a los ingresos, de forma que los que más tienen aporten en consonancia y de forma solidaria, para poder mantener las prestaciones a los que no pueden satisfacer esa aportación.
El paciente debe asumir la autorresponsabilidad en el cuidado de su salud y la corresponsabilidad en el tratamiento de su enfermedad.
Esta corresponsabilidad debe incluir el correcto uso en la utilización del sistema sanitario, no debiéndose desdeñar el contemplar algún sistema disuasorio del abuso.
Este documento, que no dice nada, pero nada de nada, absolutamente nada, según algunas voces muy autorizadas, se adelantó a la polémica pero no provocó, por suerte, el debate al que estamos asistiendo.
No creo que hay que tener un master en gestión sanitaria ni ser el más listo del lugar para decir que a la hora de hablar de un problema es conveniente seguir un sencillo guión
1.- ¿Existe el problema? Porque si no sabemos si existe o no existe, si no aceptamos que, “Houston, tenemos un problema”, parece difícil poder abordarlo
2.- Intentar dimensionarlo de forma cuantitativa. ¿Es una anécdota o presenta unos números dignos de seguir estudiándolo?
3.- Intentar dimensionarlo de forma cualitativa. ¿Su repercusión en el buen funcionamiento del sistema es notoria y de su corrección se beneficiaría el sistema de salud en su conjunto?
4.- Si tras los puntos anteriores se concluye que algo se debe hacer, hay que plantear una estrategia, un conjunto de medidas/acciones para intentar solventarlo o al menos reducirlo o minimizarlo.
Como siempre, somos diferentes en casi todo, hemos empezado por el punto cuatro proponiendo o negando acciones concretas para solventarlo.
Pero el mal uso o el abuso no se centran solo en las famosas urgencias. Se amplia a muchos otras aspectos de nuestra práctica cotidiana. Podríamos hablar de:
- peticiones extemporáneas (“doctor, yo nunca me he hecho una RMN,¿ porqué no me pide una?”)
- peticiones injustas (póngame urgente aunque no lo sea, justifíqueme una ausencia injustificable, alárgueme una IT sin motivo …),
- peticiones incorrectas (deme un antibiótico que sino a mí, no se me pasa), …
- actitudes poco solidarias (vengo urgente y una vez visto no me borro de la cita que tenía para mañana)
(Todo lo descrito es fruto de mis vivencias y no me he inventado nada. Real como la vida misma)
Curiosamente, en estos aspectos, no existe discrepancia sobre las actitudes activas que todos deberíamos adoptar ante el abuso o mal uso y alentamos, a tirios y a troyanos, a saber decir que NO, a ser firmes en la negativa y a aprovechar el momento para explicar y educar al paciente sobre las razones de la negativa. Parece que todos tenemos claro que para que la sostenibilidad del sistema sea factible hay que hacer un uso racional, eficiente y responsable de los recursos del sistema por parte de todos, en este caso de los usuarios
Pero cuando el problema se plantea en el ámbito de las urgencias, los mismos defensores proactivos de la sanidad pública, parecen tener muchas dudas sobre como actuar en estos terrenos ante los abusos o malos usos. Sorprende ver como que se encuentran todo tipo de argumentos para justificar al insolidario, al irresponsable, que de forma consciente está usando mal, o está abusando, del sistema.
Se limitan a las consabidas propuestas de educación, de fortalecer los sistemas extrahospitalarios como filtro previo etc, sin admitir que es un precioso discurso teórico pero de consecuencias desalentadoras por su ineficacia demostrada a lo largo del tiempo. En consecuencia, no se abordan ni se plantean otras acciones que pudieran plantear situaciones de carácter más disuasorio.
A todos esos que han sido capaces de quedarse en la parte periferia del tema, escribir unas cuantas tonterías ad hoc y apelar a la equidad, les deberían tocar "esos mocos que no han pasado por el centro de salud" y que antes de decirle que no es nada, mantiene ocupados a todo el personal de la urgencia con la petición de la placa y la analítica (que eso no se la quita nadie), mientras él espera, y desespera, con un proceso grave, cangándose en la urgencia y en los que allí trabajan y apelando a que este sistema es una mierda tercermundista (pero muy equitativo, si señor. Tratamos a todos por igual: da lo mismo unos mocos verdes que una meningitis. A todos les dedicamos un tiempo precioso, sin distinciones. Eso si. Por orden y si al portador de la patología severa le toca esperar, que espere).
Esta semana he atendido a un paciente que se presenta como una urgencia indemorable. Presentaba una queilitis angular, una simple boquera. La razón de la urgencia era sencilla. Se iba esa tarde de viaje con el IMSERSO. Le ves, le explicas que se está haciendo un uso inadecuado de la urgencia, le tratas y se va tan contento. Sobre todo contento porque ha solucionado “lo suyo” y a coste cero. Ya lo dice la voz popular: Por un oído me entra y por otro me sale.
No tengo claras las propuestas concretas disuasorias que se puedan aplicar pero ente el pago por el mal uso o abuso, que es imposible de etiquetar y de llevar a la práctica, y el “postureo” oportunista de “todos los usuarios son unos santos” es posible que existan puntos intermedios o alternativas posibles.
No se trata de multar a nadie ni de que lo sanitarios tengamos que tragar con ruedas de molino. Se trata de valorar la situación y de tomarse en serio un problema, del que todos nos hemos quejado alguna vez ¿o no?, y plantear una estrategia a medio y largo plazo para minimizar su impacto con un claro objetivo: la sostenibilidad del sistema publico, universal, de calidad y gratuito.