lunes, 22 de mayo de 2017

¡Que bote, que bote, que bote San Mames! ¡Que bote, que bote, que bote la Primaria!


Si es que son como niños. Les juntas a un tiempo, un día mundial del Médico de Familia y un Congreso de médicos de Atención Primaria y no se pueden contener. Pierden el norte y te declaran amor eterno sin mesura.





Te doran la píldora, te lanzan cantos de sirena, te buscan y te encuentran esa fibra sensible primarista,  sí, esa que te hace perder el control, y por un momento, dudas. Por un momento piensas que tal vez esto tenga remedio, que las cosas, si todos están por la (misma) labor, tienen que mejorar y que la primaria acabará encontrando su papel (digno) en este maremágnum de organizaciones sanitarias.

A mi estas situaciones me recuerdan a cuando voy a San Mames y todo el personal se anima, se suelta el pelo y canta eso de ¡que bote, que bote, que bote San Mames! A ver quién es el guapo que no bota y se arriesga a que acaben pensando que eres del Real Madrid. Y terminas levantándote y, aunque con poco estilo y menor gracia, haces que haces y botas mientras no botas y te sumas al clamor popular: ¡que bote, que bote, que bote San Mames! 

Luego, ya si eso, el Madrid nos va encajando unos cuantos goles (1, 2, 3, 4 ...) y ya botas menos y se te va pasando la euforia y te vas acordando de la cruda realidad.

Te acuerdas que la Medicina de Familia está tan desprestigiada que da grima verla.


Que parece que somos pocos, menos de los que se supone que deberíamos ser, y para más inri, mal avenidos.


Que tragamos con ruedas y con carretas y que no pasa nada de nada. Incluso acabamos apreciando y saboreando los distintos sabores de las ruedas y las distintas texturas de las carretas cual "master chef" de la primaria.


Y que a los más que aspiramos a ser unos 

POLEMISTAS DE CAFÉ

Un café reivindicativo. 

Es esa pausa en la que llenas las venas de cafeína reconstituyente, y al mismo tiempo rellenas los depósitos de mala leche a medida que tus compañeros van desgranando los innumerables motivos de queja que arrastramos desde que Averroes se dio de baja laboral por primera vez. 

Y no es que me parezcan mal estos cafés del mayo francés. Y verbalizar las cuitas te permite en muchas ocasiones caer en la cuenta de alguna que podría habernos pasado desapercibida, o qué nos espera detrás de la próxima esquina o del próximo contrato precario o el próximo gerente innovador o el próximo político iluminado.


El problema comienza cuando por uno de esos azares del destino, a alguien se le ocurre pasar de la potencia aristotélica al acto, y empieza a proponer participar en comisiones, afiliarse a sindicatos, convertirse en portavoz, coordinar un centro de salud o convertirse en hermano mayor de la cofradía del Cristo de la Buena Muerte. Ahí se diluye el activismo como los principios morales de algunos políticos, nos empieza a entrar flojera de piernas (que rápidamente algún compañero diagnostica como síndrome de las piernas inquietas) y la reunión se disuelve como si hubiera entrado una lechera repleta de grises (esto probablemente no lo entenderán muchos lectores, pero para algo se inventó la wikipedia).

Somos expertos en sindicalismo de máquina de café, sin duda. Y también en sacar las tiras a los pocos que se deciden a dar el paso: no podemos evitar la mirada torva con la que observamos a los desequilibrados que se arriesgan a pasar a la acción. Y esperamos al siguiente café sin su presencia para dejar caer la sospecha de algún interés oculto alejado del desinteresado y espiritual que guía a todos los demás, el bienestar de nuestros pacientes.


Ojalá hubiera más pardillos de éstos entre nosotros. Es un deseo confesable, hasta un compromiso por mi parte. El problema es que cuando llevas toda la vida deseando algo y no se cumple, terminas por abandonarlo como un mal sueño.




Raúl Calvo Rico. Médico de Familia

Perdón, y gracias, maestro, por apropiarme de tu texto. Así parecerá que el post está bien escrito.

1 comentario:

Raul Calvo Rico dijo...

Gracias a ti. Lo único que no te perdono es el título de maestro, que estoy lejos de ganarme. Prefiero seguir siendo vuestro (de unos cuantos como tú) pequeño saltamontes.
Y eso que yo tampoco tengo ninguna gracias botando en el Calderón (ahora ya ni siquiera podré hacerlo allí) y que, como una metáfora de lo que sería posteriormente mi desarrollo profesional, he convivido desde niños siendo vecino del todopoderoso, soportando ese reconocimiento de mentirijillas de quienes prefieren exhibir once copas de campeones de trasplantes en sus vitrinas.
En fin, grandísima entrada de tu post y mil gracias por la parte que me toca.
Seguiremos siendo de nuestros rojiblancos de Primaria mal que alguna vez (muchas) volvamos a casa meneando la cabeza por nuestra particular senda de los elefantes