Una de las mejores cosas que se puede hacer a día de hoy para optimizar la asistencia psiquiátrica comunitaria es mejorar la cooperación entre atención primaria y salud mental y conseguir formas más integradas de atención que han demostrado mayor efectividad. Las formas escalonadas de asistencia donde los casos leves y moderados, sean atendidos de forma sencilla (como alguna de las que hemos indicado) y, en principio, sin uso de psicofármacos y los más graves accedan de forma ordenada a los servicios especializados, están a la orden del día y son recomendadas por las principales guías de práctica clínica. Hay que conseguir implantar de forma progresiva este tipo de cambios en nuestros servicios si queremos tener una atención a la salud mental que sea capaz de afrontar los grandes retos que nos está planteando el siglo XXI.
En lo que respecta a los trastornos mentales comunes, como vengo diciendo, el abordaje fundamental se hace desde la atención primaria. Aunque la mayoría de los médicos de familia tienen una formación suficiente en la detección y manejo de este tipo de trastornos, la presión asistencial y la carencia de tiempo llevan a una hipertrofia del uso de medicaciones, básicamente antidepresivos e hipnótico-sedantes. A la larga esto puede originar problemas por la aparición de efectos adversos y dependencia. Cuando preguntamos sobre esto a los equipos de atención primaria son perfectamente conscientes de la situación y de que, muchas veces sin quererlo así, están recetando fármacos de dudoso efecto para paliar los problemas vitales de sus pacientes. Echan en falta métodos de abordaje no farmacológicos, por ejemplo, para las depresiones leves y moderadas. Pero perciben que no tienen suficiente formación ni tiempo para aproximaciones centradas en el paciente y más próximas a la psicoterapia. Muchos de estos casos acaban derivados a servicios de salud mental, donde el problema continúa, ya que, también aquí, siguen predominando los tratamientos farmacológicos. En nuestro país la tasa de psicólogos por habitante es baja en relación a la mayoría de los países europeos y, por desgracia, muchos de los actuales psiquiatras no tienen formación psicoterapéutica suficiente.
Ander Retolaza, autor del libro "Salud mental y atención primaria. Entender el malestar"
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