Hace un mes y medio tuve en el Hospital de Cruces la mejor y la peor experiencia de mi vida. La mejor, dar a luz a mi primer hijo, y la peor, cuando le ingresaron en la UCI al día siguiente. Cuando detectaron que no respiraba bien y le ingresaron sentí como si me arrancaran un trozo de mí, nunca he sentido un dolor tan intenso en mi vida. Pero ahora, que ya todo ha pasado y mi hijo está bien, quiero agradecer a muchas de las personas que nos atendieron a los dos porque hacen un trabajo impecable, y sobre todo porque me sentí comprendida y apoyada en todo momento.
Empezando por las enfermeras y auxiliares de la segunda planta que me intentaron tranquilizar cuando se llevaron a mi hijo, es una pena que no recuerde sus nombres, pero sí recuerdo su cariño y su comprensión. Después pasé muchas horas en la unidad neonatal, donde la verdad es que impresiona mucho ver a los niños tan pequeños en sus incubadoras, y ver a las madres y los padres como nosotros sufriendo, algunos durante muchos meses. Allí pasé 13 días, en los cuales aprendí lo que normalmente la gente aprende en sus casa cuando llegan con su recién nacido. Yo tuve la suerte (hay que mirar el lado positivo) de tener al lado siempre a enfermeras, enfermeros y auxiliares maravillosos que me enseñaron a cambiar pañales, dar el pecho, y todo lo que se le puede enseñar a una madre primeriza.
El pánico que tenía los primeros días a que mi hijo estuviera solito en su cuna, sin cariño ni nadie que le hiciera caso cuando lloraba, se me pasó al verles trabajar. Es precioso ver cómo les cuidan, cómo les cantan, cómo les dan cariño a todos y cada uno... está claro que es gente con una sensibilidad especial, y sólo tengo palabras de agradecimiento para todos ellos.
El Correo 25/11/2016
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