lunes, 1 de junio de 2015

La sacrosanta libertad de prescripción



Es sagrada y santa. No hay nadie ni nada que pueda atentar contra ella. No hay norma ni criterio ni discurso que pueda cercenarla ni limitarla.

Yo y mi libertad de prescripción somos como un dios (menor)

Si hasta el Código de Ética y Deontología Médica lo dice

Art 23.1: El médico debe disponer de libertad de prescripción, respetando la evidencia científica y las indicaciones autorizadas, que le permita actuar con independencia y garantía de calidad.

Pero siempre hay grupos, personas, movimientos, que de forma subrepticia formulan insinuaciones veladas, crean movimientos de opinión, usan su prestigio y sus foros para intentar ir mermando, poniendo límites e incluso diciendo abiertamente que alguna cosas no están incluidas en la sacrosanta libertad de prescripción.

Debemos ser conscientes de estos peligros y organizarnos para la defensa, incluso numantina, de esta nuestra esencia primigenia.

Debemos luchar contra los matices que, a modo de gota malaya,  intentan fisurar el monolito de la libertad de prescripción

Definiciones restrictivas como 

Ya empezamos. Van e introducen conceptos como óptimo y menor coste. Vamos, no me jodas. Se empieza por estas cosas y luego ¿dónde vamos a acabar?

Y van los progues y dicen

Art 26.1: El médico debe emplear preferentemente procedimientos y prescribir fármacos cuya eficacia se haya demostrado científicamente.

Art 26.2: No son éticas las prácticas inspiradas en el charlatanismo, las carentes de base científica y que prometen a los enfermos la curación, los procedimientos ilusorios o insuficientemente probados que se proponen como eficaces, la simulación de tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas y el uso de productos de composición no conocida.

Desde una perspectiva ética conviene hacer una reflexión profunda pensando en la sostenibilidad del sistema. Está muy arraigada todavía la falsa creencia de que los presupuestos son elásticos y flexibles hasta casi el infinito. Pero lo cierto es que si se hace un uso inapropiado de un determinado recurso se deja a otro paciente sin el equivalente a ese recurso que previamente ha sido malgastado. Esto puede que no ocurra en la consulta de al lado, ni siquiera el mes que viene en la propia consulta, pero sin duda va a tener consecuencias en los presupuestos de los próximos años, y aunque la responsabilidad parezca estar diluida no por ello deja de existir. Además, entronca con el “principio de No-Maleficencia”. 

El uso de una medicación es apropiado cuando el valor de su beneficio excede su riesgo potencial. No es aceptable que las decisiones médicas respecto a la prescripción estén basadas en la promoción de los medicamentos y no en la evidencia científica. Hay que considerar de todas maneras que la formación continuada proporcionada por las instituciones sanitarias públicas es insuficiente y que puede ser paliado por la industria farmacéutica. El médico, a través de la formación continuada, tiene la obligación de actualizar sus conocimientos entre otras cuestiones en el uso racional del medicamento. Es indudable la existencia de un derecho a la libertad de prescripción, entendido no como la facultad de dar los medicamentos que se quiera, cuando se quiera y a quien se quiera, sino como la capacidad o posibilidad de dar al enfermo lo que necesita: lo mejor para él en cuanto a pronóstico y calidad de vida. (Manual de Ética y Deontología)

Y va el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y nos suela que: la libertad de prescripción, entendida no como un derecho absoluto e ilimitado del médico, sino encuadrado dentro del uso racional del medicamento, por el interés del paciente y para la protección de la salud, como recoge la Constitución.


Total que mi libertad sacrosanta se ha ido a tomar viento. Ahora resulta que tengo que estar bien formado (¡esto ya es el colmo!), tengo que pensar en el tratamiento óptimo para el paciente (pero estamos tontos o qué?) basado en la mejor evidencia e información disponible en cada momento (pero vosotros que os fumáis?) y encima tengo que tener en cuenta la sostenibilidad del sistema y decidirme por la opción mas eficiente (¡como si yo fuera economista!) 

Formado: Por quién? Por el empleador?, autoformación? por la industria farmacéutica? Quien lo financia? Dentro del horario de trabajo? Fuera del horario de trabajo? Tiene algún tipo de reversión la formación continuada?

Tratamiento óptimo basado en la mejor evidencia disponible: Quien lo define? El empleador? Las Sociedades Científicas? Los estudios propiciados por la industria? La FDA? El NICE? Precrire? Mi primo el de Murcia que tiene mucha experiencia? Las asociaciones de pacientes? Los jueces? Nos podemos fiar de alguien?

Eficiencia: Aquí hay un gran error en todo este discurso. Todos confunden Prescripción con Financiación Pública. Y agencias de alta responsabilidad como la AEMPS hacen equilibrios en el alambre y autorizan todo lo que les llega aunque no pasen de ser complementos alimenticios en el resto del planeta y van a ser capaces de autorizar "medicamentos homeopáticos"

¡Señor, Señor! Ya no se respeta nada. Con lo claro que lo teníamos y ahora ya han empezado a confundirnos. 

Y lo malo es que los gestores, los políticos, los responsables, no se empapan de nada. 

Mandan mensajes contradictorios (Estos fármacos no sirven para nada pero los financio. Apoyo la prescripción por principio activo pero lo importante es la pasta, no seáis muy estrictos. No os forméis con la industria farmacéutica, que son muy malos y sesgados, pero yo no te formo y te pongo todas las trabas para que tu lo hagas)

Crean expectativas que no se cumplen (Te voy a dar un protocolo que te vas a quedar flipado aunque luego no se cumpla, Voy, voy, voy, pero no llego. Voy a financiar el tratamiento de la HC pero no tengo tela y hago equilibrios para parecer que lo hago al tiempo que no lo hago y dejo el resto de las organizaciones en parálisis de inversiones para una buena temporada)

y al final el marrón para los de siempre.

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